Wednesday, June 22, 2011

Perdida


Perdida
En mi soledad escribo, sobre mí se lee el pasado y leo como si viera la sombra en fuego y en aguas de sangre, la pureza sin viento. Porque no hay ventana que descubra lo incierto. Deslizando las palabras justas y crueles que habitan en mi mundo, la siento y la llevo dentro del viento que me toca y la brisa que da aire a la vida. Respiro el aroma ya viejo de recuerdos y telarañas que petrificá el alma. Más estoy y veo cada letra que escribe mi poeta. Traslada por las nubes y ese cielo azulado que postra su cuerpo. Y vivo en él, viviendo en mí.

Y no es porque acepto verdades buenas o malas. Si omito el sentimiento es morir sin tener vida, es sufrir sin ver la tristeza, es llorar cuando ya la lluvia se trasmuta en piedra. Entonces acepto la realidad que tu destino lleva, son tan crueles como la sangre que fluye por mis venas. Más veo el poeta de mis sueños en su mundo, en su tierra. Mientras yo aquí leo el recuerdo del pasado sin fronteras. Más muero viviendo entre la bruma que destruye el alma que se quema.

Que fruta más venenosa puede existir para comerla y con su veneno injerté la agonía de estar en el fuego y en las aguas sangrentadas de piel y estierco para apaciguar la fetidez de su extinción, viviendo entre la hoguera de oscuridad y sin el brillante cristalino que produce el amor. Sí es la nostalgia que habita hoy en mí, leo cada latido que proporciona la ausencia y el furgón que destruye el panfleto sin poeta.

Si se trata de mi piel, de mis cabellos, de mis dientes, de lo que pasó en la desventurada habitaciones sin puertas, se trata de mi cuerpo y mi sombra. De los huesos que quiebran cuando envejecé el tiempo y el suelo espera por el cadáver que repose en él. En su oscuridad habitación que no sopla ni sonríe, que no vive sino muere en los brazos de quien su amor aspira. Penetrando el sudor y la esperanza en silencio prevalece. Porque el tacto no se siente, estoy lejos, y no soy, y no salgo, y no vuelvo, porque la serpiente venenosa se penetra en mis ojos, matando todo lo bueno y malo que habitaba en mí. Mas no existo, ya no encuentro el poeta que vivió y lloro aferrado a las letras que dictaba el alma en mí.

Por Maileen Torres Rodríguez
22 de junio de 2011.





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